(Fragmento 1. Página 479)
Una fotografía es siempre un documento, aunque no por registrar la descripción de un objeto, sino por fijar un modo de mirar.
La escena no es casual. Lo prueba su repetición, aun siendo posible, con los objetivos fotográficos de la época, haber ofrecido una imagen distinta, capaz de describir el edificio aislado. A menor distancia, por ejemplo, para mostrar la villa completa sin interferencias del entorno. Pero el fotógrafo se ha alejado, hasta entrometer la vegetación en el encuadre. Le Corbusier tiende a publicar sus proyectos al mayor tamaño posible, para hacerlos bien legibles, por tanto, en estas tres fotografías su interés no puede haber estado en hacer ver el edificio, sino, precisamente, en hacer ver algo que no es el edificio, sino la arquitectura: en manifestar una contraposición entre edificio y entorno. Estas fotografías enseñan a ver que, para Le Corbusier, por arquitectura no hay que entender el edificio construido, sino la tensión percibida entre el edificio construido y su entorno, como dos entidades autónomas enfrentadas.
No es éste un gusto improvisado. Las fotografías de Les Heures Claires en/contra su emplazamiento natural podrían ilustrar la definición de "casa" que aparece en la introducción a la segunda edición de Vers une architecture:
(Fragmento 3. Página 488)
Es posible que cada arquitecto haya formulado siempre, lo sepa o no, una idea de las relaciones entre lo humano y la naturaleza, una definición de la posición de la persona en el mundo, y que sea precisamente en la forma de la casa donde esa idea se exprese. Incluso quizás bastaría comprender bien un solo elemento de la casa para reconstruir, como hacen los paleontólogos desde un hueso, todo el concepto de casa. Comparar una ventana de Wright, de Mies o de Le Corbusier, por ejemplo, puede bastar para comprender lo que funda a cada uno. En Wright, la confiada y estimulante competición entre la persona y la naturaleza, como dos potencias equivalentes. En Mies, la mutación de la naturaleza a paisaje intransitable, y su contemplación aprensiva, muda, por el espectador, eterno viajero hasta las puertas que no franquea. En Le Corbusier, la domesticación de la naturaleza, y la naturalización de lo humano, la fusión de humanidad y naturaleza.
Aquí, la tensión entre ambas no está resuelta: La imagen de Les Heures Claires presenta la casa asediada por la naturaleza, tratando de resistir su atropello, oponiéndole la limpia geometría de su gesto. La villa es blanca, irradia luz, alcanza su forma, responde con dignidad al acoso natural, manteniendo un ademán decente. La naturaleza es oscura, inquietante, tumultuosa, crece en alboroto, a saltos, caótica, como una masa torpe, ocupa huecos, es voraz, informe. De ese enfrentamiento, ¿quién prevalecerá?.