miércoles, 16 de junio de 2010

N23 Texto

Técnica y lenguaje

Gabriel Campuzano
Para realizar mis fotografías he desarrollado un procedimiento que combina diversas técnicas de tratamiento y manipulación de las películas Polaroid. Éstas producen la imagen mediante el revelado instantáneo de las capas de color superpuestas que contiene la película, siendo posible intervenir sobre el proceso con muy diversas acciones. En general son conocidas y han sido publicadas aisladamente. La singularidad de mi procedimiento reside tanto en la combinación de técnicas como en la propuesta final. El proceso es el siguiente:

1. Partiendo de una toma fotográfica previa o de la propia realidad, se impresiona la película Polaroid (Polacolor 100, 669 u otras similares). En pocas ocasiones puedo fotografiar directamente con la película instantánea, debido a la duración total del proceso.
2. Comienzo el proceso de revelado y, antes de concluir el tiempo previsto para la película, lo interrumpo -podría decirse que esta acción activa el proceso deconstructivo*- y puedo disponer de dos imágenes de la misma toma. Una en el papel soporte previsto para su acabado final (en el que solo se ha depositado la primera capa revelada. La capa de rojos “R”), mientras que la otra imagen permanece en el soporte previsto para el revelado (que aún conserva la capa de verdes “G” y la capa de azules “B”). Esta imagen es transferida de inmediato a papel de algodón puro, lo que da lugar a una imagen muy particular, de texturas y aspecto envejecido: Como de otro tiempo.
3. Posteriormente desprendo la emulsión del papel soporte de acabado final, mediante su inmersión en agua hasta conseguir un estado gelatinoso de la misma que puede ser transportada a otra superficie. Por último, con mayor o menor deformación de la imagen inicial, deposito esta emulsión sobre el transfer inicialmente realizado. Esto permite restituir el orden previsto a las capas de color y hacer coincidir ambas imágenes, ya que se transparentan una sobre la otra.

Con la restitución de las capas a su orden previsto y la superposición de las imágenes, que se han revelado separadamente, finaliza el proceso deconstructivo. En su desarrollo se han puesto de manifiesto -subrayándolos-  importantes componentes descontrolados de azar y deformación que, aunque siempre están presentes, sea cual sea el proceso, no son habitualmente reconocidos como parte integrante de la imagen. Se obtiene con ello una doble exposición que no es en absoluto idéntica, ni por su color, ni por su textura, ni por su forma: Miradas diferentes sobre la misma realidad. Se trata de un sistema que combina varias técnicas conocidas individualmente y, a su vez, da entrada a otros componentes no tecnificables. Pero, más allá de esta descripción, quisiera destacar que el proceso representa algo más que una elección técnica, sea ésta sencilla o compleja. Quisiera poner de manifiesto que se trata del establecimiento de un lenguaje** visual personal. Aceptando, en primer lugar, la extendida concepción estructuralista del lenguaje, como un sistema de signos que se desarrollan en un determinado contexto de uso y se combinan manteniendo su propia coherencia entre significante y significado, podremos observar que la adopción de la técnica descrita constituye una opción de lenguaje (visual) dotado de una coherencia interna que sus signos exploran -incluso al límite- sin contradecirla. Pero yendo más lejos, y destacando la acepción mucho más sugestiva y poética del lenguaje como metáfora, veremos que la elección técnica representa una sencilla alegoría -casi ingenua- de los conceptos y valores con los que el fotógrafo ha decidido comprometerse vitalmente.

Desde los primeros años trabajé en series fotográficas, porque éstas permitían una cierta elaboración de conceptos asociados a las imágenes. Posteriormente adopté el proyecto fotográfico como sistema más complejo y rico para este desarrollo. En la actualidad, aunque no he abandonado esta estrategia de creación, me interesa más la idea de archivo como contenedor de imágenes que se ordenan en base a unos determinados conceptos, tanto en su sentido y valor documental (objetividad) como por sus capacidades de representación (subjetividad). Más concretamente, con un objetivo documental aplicado a la construcción de una iconografía de la memoria propia, junto con la intención de representar -mapear- el imaginario personal, estableciendo sobre esa memoria vías de interpretación para una posible iconología***.

Parece difícil explicar como las imágenes son guardadas por la memoria. Es un tema muy complejo que siempre ha interesado, hasta protagonizar -actualmente- la historia de las ideas. Cada época ha tenido sus propias perspectivas sobre el asunto, manifestadas en teorías científicas, filosóficas o artísticas. Yo he querido construir mi propia metáfora fotográfica sobre la memoria y, en este contexto, necesitaba transformar un sistema técnico desarrollado para la obtención de imágenes, en un lenguaje propio para expresar estas ideas con coherencia. Observemos el procedimiento desde este punto de vista: Con su propia coherencia.

1. La memoria guarda imágenes desposeídas, en gran medida, de la variable tiempo. La confusión cronológica, que suele acompañar a los recuerdos, no es sino el resultado de una disolución de las jerarquías impuestas por el considerado tiempo real. Las imágenes de la memoria, no son ya ni antiguas ni modernas, simplemente son difíciles de asociar a un tiempo preciso. En este procedimiento, la imagen transfer aporta un tiempo contradictorio (falseado, suele decirse). Su añeja apariencia, contrapuesta a la objetiva temporalidad de la imagen, constituye en realidad una representación ajena a un tiempo determinado.


2. La memoria guarda imágenes siempre deformadas por los recuerdos, que no son sino el fruto de aquellas miradas que se aplican sobre ellas en el futuro. Miradas que están cargadas de deseo y frustración, inevitablemente distorsionadas, como aquellas que nos ofrecen los espejos de feria. En este procedimiento, la imagen transportada se deforma de manera aleatoria y, el control consciente que puede ejercerse sobre ella, tan solo la acercará engañosamente a la imagen de referencia.


3. La memoria guarda imágenes acumulándolas. Unas sobre otras, las amontona en capas que se superponen, más o menos transparentes, velando y desvelando aspectos principales y secundarios. La memoria altera todas las referencias principales y modifica el protagonismo de los detalles más precisos. Este procedimiento es sobre todo un trabajo de capas, que formalmente se nutre de la superposición. Finalmente, son la veladura y el enmascaramiento los que generan sus formas propias: Metáforas de la memoria.







* La deconstrucción es la generalización, por parte del filósofo postestructuralista francés Jacques Derrida, del método implícito en los análisis del pensador alemán Martin Heidegger. Consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas, poniendo de manifiesto que lo claro y evidente dista de serlo cuando se desvelan los factores subjetivos que han generado algunas certezas.

** Se denomina lenguaje a determinados códigos estructurados de signos (códigos semióticos), para los que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales que se basan en una determinada coherencia entre significante y significado.

*** Los términos iconografía e iconología se emplean aquí en su concepción más elemental. La iconología se diferencia de la iconografía en que ésta tiene por fin la simple descripción de imágenes, mientras que aquella las estudia en todos sus aspectos, las compara y las clasifica, llegando incluso a formular leyes o reglas para conocer su antigüedad y sus diversos significados e interpretaciones.